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20 marzo, 2007

El Mundo bajo Influencia



El continente europeo a partir de 1850 vio duplicada su población prácticamente; de contar con 250 millones llegaba a la suma de 450 millones de personas. Cinco potencias dominaban el mundo ampliamente: Alemania, Gran Bretaña, Francia, Austria-Hungría y Rusia. Bélgica y los Países Bajos poseen ricos imperios coloniales, pero son potencias de segundo orden. En el mediterráneo sólo Italia trata de participar en la expansión Colonial. En el terreno político y mediante un reparto efectuado en beneficio propio, el viejo continente ha asentado su dominio colonial, en el que los imperios británico (30 millones de Km.²., 400 millones de habitantes) y francés (10 millones de Km.² y 50 millones de habitantes) son los más importantes. Todas las demás potencias (con excepción de Austria-Hungría) participaban del fenómeno en grados diversos.
De este modo, casi la totalidad del África, la mayor parte de Asia y toda Oceanía quedan Colonizadas.
Europa posee prestigio intelectual. Su presencia queda patente gracias al desarrollo de lenguas como el francés o el inglés y la formación de las elites locales. Sin embargo este dominio no se impone sin tropiezos en los países sometidos.
La guerra que entablan los ingleses en las dos repúblicas de los bóers es larga y cruel (1899-1902); la revuelta de los bóxers en China (1900), directamente dirigida contra los occidentales, no impide el desmembramiento del país.
Hasta 1904 predomina la rivalidad anglo francesa. En Egipto, y más tarde en Fachoda, la guerra logra evitarse a duras penas. A continuación sigue la rivalidad con Alemania: conflictos con Francia por la zona de Marruecos, tensiones con Gran Bretaña por la supremacía marítima; y el conflicto ruso – japonés por las zonas de Manchuria y Corea.
Atraído por el acceso a los mares cálidos, sustento de los eslavos del sur, los rusos comienzan a competir con Austria – Hungría. Italia que no puede recuperar los territorios irredententos mediante la negociación, sueña con aprovecharse de un posible conflicto entre las potencias.

Eneas, fugitivo de Troya y padre de Roma


"Canto las armas y al varón que huyendo por el imperio del hado, fue el primero que desde las costas de Troya llegó a Italia y al Litoral Lavinio, el que por tierras y piélago anduvo largamente acosado por la violencia de los dioses y la fiera saña de la memoriosa Juno, y padeció también en la guerra mil trabajos"


Así empieza la Eneida, la gran epopeya romana escrita por Virgilio en el siglo I.a.C., protagonizada por Eneas, sufrido héroe que el poeta celebra en estos versos. Pero Eneas, a quien Virgilio convierte en padre de Roma, contaba por entonces con una apretada biografía. En efecto, era ya un personaje central en la épica oral primitiva de los griegos de la Jonia , la cantera de la que Homero extrajo material para escribir La Iliada y La Odisea hacia el siglo VIII a.C. El vate concede a Eneas un papel estelar en la guerra de Troya, como consejero y jefe del bando troyano, compartiendo el protagonismo en la batalla nada menos que con Héctor, primogénito del rey Príamo. Eneas pertenecía a una familia de distinto linaje a la familia real troyana. Su padre, Anquises, era rey de Dardania, la primera ciudad levantada por el fundador de la estirpe, Dárdano en el monte Ida. Este monte domina toda la región; por un lado la isla de Lesbos, por otro la llanura que se extendía hasta Troya, capital de la Tróade. Gobernaba esta ciudad otro descendiente de Dárdano, el rey Príamo. Las dos ramas de la familia habían estrechado los lazos a través del matrimonio de Eneas con Creusa, hija de Príamo.


Eneas no era un príncipe cualquiera, era lo que los griegos entendían por Héroe en sentido estricto, es decir, uno de esos seres excepcionales nacidos del abrazo amoroso entre los dioses y simples mortales. En su caso la divinidad era nada menos que Afrodita, la Venus romana. Ella, que se jactaba de haber provocado con sus maniobras esos abrazos amorosos a los dioses, fue castigada por Zeus a probar su propia medicina. El afortunado mortal elegido para ello fue el joven rey Anquises. Afrodita, movida por un deseo irresistible, le sedujo mientras se encontraba vigilando sus rebaños en las altas praderas del monte Ida. Era Anquises bello como un dios, algo frecuente entre los de su linaje, de creer a los mitógrafos griegos. Eneas no podías desmerecer a tal padre y , sobre todo, a tal madre.


El desembarco de los aqueos en Troya y el comienzo del asedio a la ciudad por diez años, pusieron a Eneas a la cabeza del bando de los asediados. Homero le dedica varios episodios de protagonismo, al mismo nivel que el propio Héctor, líder indiscutido de los troyanos. La intervención de su madre es vital para que Eneas salga incólume al devastador fin de la ciudad; colaboran con ella Apolo y Poseidón.


Eneas logra guiar a un grupo de troyanos a través de las llamas, incluido su anciano padre y su hijo Ascanio. Desde la playas al pie del monte Ida comienza un largo viaje bordeando las costas griegas para llegar al sur de Italia y a la isla de Sicilia, en esta isla muere su padre y una tempestad lo arroja al norte de África donde es auxiliado por la reina Dido quien se enamora perdidamente de él. Pero Eneas debe cumplir su destino; tras su partid a Dido se da muerte con una Espada de su Amante; Eneas desembarca en el sur de Italia. Visita la cueva de Sibila de Cumas, donde sus muertos le revelan su destino y el de sus descendientes. De allí se dirige al Lacio, donde se encuentra con el rey Evando, y se casa con su hija Lavinia. Pero esta unión significará guerra con un antiguo pretendiente de la princesa. Su victoria le permite fundar la primera ciudad, Lavinio y tras su extraña muerte su hijo, traslada la capital a Alba Longa, dónde nacerá Rómulo, fundador de la eterna ciudad.