Los studia humanitatis
Los studia humanitatis (de las Epistole de Bruni)
(En: Eugenio Garin, El Renacimiento italiano, Ariel, Madrid).
“Que sea doble tu estudio: dirigido, en primer lugar, a conseguir en las letras no el conocimiento común y vulgar, sino un saber diligente e íntimo en el cual quiero que te muestres excelente; en segundo lugar, a obtener la ciencia de aquellas cosas que se refieren a la vida y a las costumbres; estudios éstos que se llaman de humanidad porque perfeccionan y adornan al hombre. Que en esos estudios tu saber sea variado y múltiple, y sacado de todas partes, de modo que no dejes de lado nada que pueda parecer contribuir a la formación, a la dignidad, a la alabanza de la vida. Creo que te conviene leer aquellos autores, como Cicerón y similares, que pueden ser de ayuda no sólo por su doctrina, sino también por la claridad de su discurso y por su habilidad literaria. Si quieres prestarme oído, de Aristóteles aprenderás los fundamentos de esas doctrinas, pero buscarás en Cicerón la elegancia y la abundancia del decir y todas las riquezas de los vocablos, y, por decirlo así, la destreza en el discurrir de aquellos argumentos.
Quisiera en realidad que un hombre eminente tuviera un rico conocimiento, y también que supiese ilustrar y embellecer en el discurso las cosas que sabe. Pero nada de esto sabrá hacer quien no haya leído mucho, aprendido mucho, sacándolo de todas partes. De modo que no deberás ser adoctrinado solamente por los filósofos, por más fundamental que sea ese estudio, sino que también debes formarte con los poetas, con los oradores, con los historiadores, de manera que tu discurso sea variado, rico y de ninguna manera rústico (...) Si, como así lo espero, alcanzas ese grado de excelencia, ¿qué riquezas podrán compararse con los resultados de esos estudios? Por más que, en efecto, el estudio del derecho civil sea más provechoso en el comercio, ese estudio es superado, por su dignidad y aprovechamiento, por las letras. Las letras tienden en realidad a formar al hombre bueno, del que nada puede pensarse que sea más útil; el derecho civil, en cambio, no contribuye en nada a hacer bueno al hombre (...). Pues el hombre honesto respetará los legados y cumplirá la voluntad del testador aunque el testamento no haya tenido siete testigos, aunque disponga lo contrario el derecho civil. Además de eso, la bondad y la virtud son inmutables, mientras que el derecho varía según los lugares y según los tiempos, de tal suerte que con frecuencia lo que es legítimo en Florencia, en Ferrara es una falta”.
(Leonardo Bruni, Epist., lib. VI, ed. Mehus, vol. II, Florencia, 1741, pp. 49-50).
L.B. Alberti elogia a las letras
(En: Eugenio Garin, El Renacimiento italiano, Ariel, Madrid).
“Y vosotros, jóvenes, en lo que hacéis, ocupaos mucho en los estudios de las letras; sed perseverantes, complázcaos conocer las cosas pasadas y dignas de memoria, alégreos comprender los buenos y utilísimos recuerdos, gustad de alimentar el ingenio con sentencias elegantes, gústeos adornar vuestra alma con esplendidísimos hábitos, buscad en las costumbres civiles abundar en maravillosas gentilezas, aplicaos en conocer las cosas humanas y divinas, las cuales con toda razón les están encomendadas a las letras. No hay conjunción de voces y de cantos que sea tan suave y tan consonante que pueda llegar a igualarse con la galanura y la elegancia de un verso de Homero, de Virgilio o de cualquiera de los demás poetas (óptimos). No hay lugar que sea tan deleitoso ni tan florido como amena y grata es la palabra de Demóstenes, o de Tulio, o de Livio, o de Jenofonte, o de los demás gratos y en todas sus partes perfectísimos oradores. No hay ninguna labor que sea tan productiva, si es que acaso hay que llamar labor, y no diversión y recreo del ánimo y del intelecto, a la de leer y volver a ver muchas buenas cosas, pues sales de ahí abundante en ejemplos, copioso en sentencias, rico de persuasiones, fuerte y lleno de argumentos y razones; te haces escuchar, y eres oído de buena gana por los ciudadanos, que te miran, te elogian, te aman. No me voy a extender, pues sería muy largo detallar en qué medida las letras sean, no digo ya útiles, sino necesarias para quien rige y gobierna sobre las cosas; tampoco describo de qué manera son un ornamento para la república (...). Si hemos de considerar las cosas que convienen mucho con la gentileza, ya sea como ornamento de la vida de los hombres, ya sea como aquello que proporciona gran utilidad a las familias, cierto es que las letras son aquellas sin las cuales no se puede considerar que nadie tenga una vida feliz, y sin las cuales no se puede concebir que ninguna familia sea cabal y firme”.
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