Personaje de La Revolución Francesa

ROBESPIERRE

Su nombre es sinónimo del terror. La época de la guillotina lleva su apellido. Pero Robespierre fue un personaje mucho más complejo. Demócrata acérrimo, por evitar el mínimo de atisbo reaccionario acabó desvirtuando sus tres grandes principios: amordazó la libertad, equiparó la igualdad a la coincidencia con sus ideas y ahogó en sangre la fraternidad.

Maximilien de Robespierre nació en el seno de un hogar burgués, perdió a su madre tempranamente y su padre desapareció sin dejar rastros; fue criado por su abuelo quien tenía una fábrica de cerveza. Siendo el hijo mayor, se sentía responsable de sus hermanos. Los trataba con cariño, pero también se dirigía a ellos con una gravedad impropia de su edad. Se volvió introvertido, reservado, solitario. Se aficionó a la lectura, en ella encontró el lugar propicio para desarrolla su aguda inteligencia.
A los once años consiguió una beca para estudiar en el Colegio Luis el Grande de Paris, una de las instituciones educativas más importantes de Francia. El pasó por ese recinto fue crucial. Tras graduarse de abogado vuelve a su ciudad natal, Arras y desarrolla exitosa carrera siendo reconocido como defensor de los más necesitados. Su fama le valió llegar como representante del pueblo a los Estados generales convocados por Luis XVI. El contacto con los jacobinos cambió radicalmente su pensamiento extremando sus posturas que en un principio eran más moderadas. Quienes lo admiraban por su austeridad y virtud lo llamaban el Incorruptible. La adhesión por parte de las capas populares al sector Jacobino y montañés convirtieron a Maximilien en uno de los políticos más relevantes de Francia. Participó en la confección de la Constitución de 1791 y fue uno de los principales impulsores de elegir una Convención Republicana, dirigió el Asalto al Palacio de la Tullerías que puso bajo arresto al Rey ya su familia. Fue elegido diputado por París e integró la Convención Nacional.
La Convención nacional proclamó la república y el Incorruptible entonces se trazó dos tareas, llevar al Rey al patíbulo y expulsar a los girondinos de la Convención. En 1793 el Rey muere en la guillotina y los ministros y diputados girondinos apartados de sus puestos. La grave crisis que sufrió Francia por la muerte del Monarca (amenazas externas y levantamientos internos), el hambre y la impaciencia del pueblo lo llevan al convencimiento de que hay que adoptar medidas radicales cuando los problemas o la situación es extrema. Se formó entonces el Comité de salvación Pública, un ejecutivo integrado por doce hombres prominentes de la Convención en su mayoría montañeses. Una de las medidas de mayor trascendencia fue la implantación de la ley de Sospechosos, proyectada para reprimir fácilmente a los enemigos, genuinos o pretendidos, de la revolución. Se instauró el terror, una política demencialmente agresiva, que buscaba fulminar cualquier asomo contrarrevolucionario, llegó a decir…el terror es la fuerza de la República.
Lo cierto es que en los 10 meses que duró el terror Francia vivió una orgía de sangre, bajo una dictadura robesperiana. Rodaron desde la guillotina la cabeza de la odiada María Antonieta, famosos girondinos, e incluso jacobinos, ya no bastaba ser revolucionario para salvarse, había que ser robespierrista. Este estado de cosas consiguió aumentar sus enemigos y aislarlo de las masas, no había grupo político que no lo hubiese purgado y en todos lados contaba enemigos, su paroxismo llegó a tal punto que en un día firmó la declaración de muerte de 1351 parisinos. Con las Victorias francesas en la guerra contra Austria los moderados vieron que surgían las condiciones para prescindir de Robespierre, el 26 de Julio éste anunciaba una nueva lista de enemigos de la Revolución al otro día era detenido en la sesión de la Convención y el 28 de Julio era llevado a la plaza de la Revolución, hoy de la Concordia y el mismo pueblo que lo vitorease gritaba al caer la hoja de la guillotina ¡Abajo el Tirano!